“CLUBES DE LECTURA”: ¿Reinventarse o adaptarse?

¿Por qué le llamamos reinventarse cuando realmente se trata de adaptarse? Desde que nos vimos inmersos en la crisis sanitaria mundial, y su consecuente cuarentena, muchas cosas han cambiado en nuestras vidas laborales, familiares, sociales… Costumbres que hemos tenido que modificar (algunas temporalmente y otras quizás llegaron para quedarse) a la fuerza. Aquí incluimos el placer tan saludable y necesario de la lectura compartida. Claro está que hemos seguido leyendo y que, incluso, hemos podido dedicarle más tiempo a los libros nuevos y a esa eterna “lista de espera” de los clásicos de la literatura; pero probablemente lo que más nos ha costado (por lo menos a mí) ha sido suprimir las reuniones semanales, quincenales o mensuales, con nuestros grupos de lectura. Sin embargo, y gracias a tecnología, hemos conseguido adaptar nuestras tertulias literarias al ciberespacio, de manera que ni un solo libro se escape de ser desmenuzado por varios lectores a la vez.  

El primer martes de la cuarentena (como todos los primeros martes de cada mes) mi club de lectura, la Cata Literaria de Puerto Plata, se reunió para discutir “La Casa de Bernarda Alba” vía Zoom (por si acaso alguien aún no la conoce, se trata de la aplicación más popular en tiempos de pandemia) mediante una videoconferencia donde se enviaron también mensajes y archivos. Nuestra cita fue, como siempre, a las siete y media de la tarde. Uno de los miembros del club se había encargado de convocarnos y enviarnos un link para ingresar a la reunión. Los primeros quince minutos fueron de espera (porque sí, señores, hay gente que llega tarde hasta a los Zoom) y entre fallos de cobertura, micrófonos cerrados, cámaras que no funcionaban, problemas logísticos y novatadas varias, arrancamos nuestra tertulia la mar de ilusionados.

Repasamos la figura del poeta andaluz, Federico García Lorca, y la de cada una de las mujeres estupendamente retratadas en su obra. Hablamos del matriarcado, de la hipocresía social, el autoritarismo y la libertad… De allí viajamos al mejor momento de nuestras tertulias: cuando traspasamos lo aprendido a nuestras vidas y surgen reflexiones y anécdotas personales. Cada cual con su copita de vino en la tranquilidad de su hogar consiguió robarle dos horas a la rutina de encierro y a la incertidumbre que nos invade estos días. Como aspecto positivo de las tertulias vía Zoom podría destacar el orden: resulta más fácil respetar el turno de palabra cuando el resto de los participantes tiene el micrófono silenciado (en las reuniones presenciales nos valemos de una campana, un aplauso o un grito amistoso) ¿Aspectos negativos? Que, en mi opinión,  en los clubes de lectura no nos hemos reinventado ni queremos hacerlo, porque nada, nunca, jamás de los jamases, va a sustituir el placer de mirarse a los ojos, comprenderse con gestos, reírse o emocionarse en cadena, brindar de cerca y despedirse con un buen abrazo.

Gabriela Llanos

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